San Andrés: ¡siempre viva!
El kilómetro y medio de pasaje peatonal desde el que Johnny Cay parece más estático que nunca, juega con la barrera coralina que protege buena porción de la isla.
Es una de las últimas obras que dicen que San Andrés es otra. Más que el hoyo del Soplador, la cueva del famoso pirata Morgan y la piscinita.
Hoy esta isla, corazón del mayor departamento colombiano, con 300.000 kilómetros cuadrados, la quinta parte del territorio nacional, casi todos de puro mar Caribe, es emoción extrema, pero calma y descanso a la vez.
Como paz y naturaleza la describe la tarjeta de presentación del Chamey en su náutica. Un caleño que tiempo ha vino a parar a la isla.
Windsurf, snorkeling, sunfish, catamarán y, la sensación para los osados, el skysurf, son algunas de las atracciones que ofrece, a entre 60.000 y 100.000 pesos la hora y que los extranjeros degustan con avidez.
"Ya me hice el día esta mañana", dice mientras organiza implementos bajo la escasa sombra de las palmeras a la una de la tarde. Tavo, su hermano, sale en una jetski y se pierde por los lados de la base naval.
"San Andrés es deportes extremos y acuáticos", expresa Liliana Suárez secretaria departamental de Turismo. En las vidrieras del pasaje peatonal, abundan las invitaciones para usar el canopy, hacia la Loma.
El año pasado fue muy bueno para el turismo, con una ocupación que subió el seis por ciento, por encima incluso de destinos como Cartagena y el Eje Cafetera.
En diciembre la ocupación hotelera sobrepasó el 90 por ciento, reportó Ana María Fajardo, directora ejecutiva de Ashotel, que agrupa a 27 hoteles del medio centenar que tiene la isla. Siete de los socios son de Providencia.
A San Andrés llegaron en 2007 casi 400.000 turistas, unos 70.000 de ellos extranjeros. Un año antes lo habían hecho 313.000.
Para Fajardo, San Andrés ofrece la mejor relación precio-producto. "Los hoteleros se han esforzado para mantenerse a pesar del costo de los tiquetes aéreos". Por eso se busca empaquetar silla y hotel, incurriendo el hotelero en un gasto que no le correspondería.
En la recepción del Caribbean, en el núcleo de la zona comercial, Óscar David Cárdenas informa que en temporada baja el valor de la habitación son 64.000 pesos, con tres comidas y bar abierto. En la alta todos los pasajeros vienen amarrados con los planes de las agencias.
La directora de Ashotel explica que hubo cambio de destino al turismo. La gente no acude tanto a comprar.
"Los planes de mercadeo han cambiado, acá hay de todo: para familia, convenciones, playa, de alto turmequé, cada hotel ha segmentado la oferta".
Las atracciones son más. La Universidad Nacional construyó un Jardín Botánico en San Luis y hasta el paseo a Johnny Cay tiene otros ingredientes: en el acuario se pueden avistar, en la tarde, mantarrayas que nadan entre los paseantes y, unos metros más al norte, tiburones.
Con una capacidad de 9.000 camas, el objetivo es mantener todo el año una ocupación del 70 u 80 por ciento, comenta la secretaria de Turismo, consciente de que la isla está al borde de la máxima oferta: hay que cuidar la naturaleza.
Esto es una sopa con tanto turista, dice sonriente el Chamey: "todos quieren hacer una cosa distinta", y ese es el éxito de su náutica.
Ha pasado la temporada y por las calles y en hoteles decenas de argentinos, brasileños y ecuatorianos disfrutan de un destino caribeño que se ha ganado con méritos su espacio.
Hoy hay cama para todos en una isla de 27 kilómetros cuadrados que es tanto aventura como brisa, playa y un mar de siete colores.
Por
Ramiro Velásquez Gómez
San Andrés Islas
www.elcolombiano.com
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